CONTRA EL ACOSO ESCOLAR
“TÚ, NO”
Palabras del texto: 1345
La hora del recreo. La mejor hora de la jornada escolar. Para todos, excepto para él. La maestra mantuvo más o menos el orden de la fila hasta que cruzaron la puerta del patio. Entonces, salieron en desbandada. Hoy la pelota la había sacado Manuel, pero era igual cuando la llevaba Kevin. Sin embargo, como todos los días, albergando una pequeña esperanza, se acercó al dueño de la pelota y se sumó al círculo que lo rodeaba. Con el balón bien sujeto entre el cuerpo y el brazo izquierdo, Manuel fue señalando a sus compañeros:
-Tú juegas, tú juegas, tú juegas....Tú, no.
Samuel no le había invitado a su cumpleaños. Había invitado a ocho niños de la clase, pero a él, no. El año pasado sí le había invitado. Con el dedo apartó de su camino a un par de hormigas. La que venía detrás se paró un segundo, desconcertada. Las que había desviado anduvieron desorientadas por la corteza del árbol. Pronto encontraron el camino y todo volvió a la normalidad. Eso era lo que él quería: que todo volviera a ser como antes.
-A lo mejor te has quedado con hambre -se burló Manuel.
-Lo malo es que aquí no hay más pescado -dijo Pipita.
Buscó con la mirada a las profesoras. No estaban. Pipita le agarró por la espalda, sujetándole los brazos, y lo derribó. Luchó por soltarse, sin conseguirlo. Humillado, impotente, tuvo ganas de llorar.
Manuel cogió un puñado de arena e intentó obligarle a que lo tragara.
-Toma, come, come, que está muy rica...
Apretó los dientes. Manuel le hizo daño en los labios, y algo de arena llegó a su lengua. De pronto, le soltaron y salieron corriendo. Habían vuelto las profesoras. Se levantó, limpiándose la boca. Escupió. Se escondió detrás del tronco de la morera y se esforzó por no llorar. Lo consiguió.
-Oye...¿es verdad que en tu casa hay monstruos?
Se alegró de que Ramón hablara con él, de que alguien se acercara para hacerle compañía.
-Sí, el monstruo del armario, y el monstruo de las garras, y el monstruo de debajo de la alfombra –enumeró y concluyó tras una corta reflexión-: y muchos más.
Habían aparecido hacía una semana. No sabía de dónde venían.
-¿Y los has visto? –continuó Ramón
-No, cuando enciendes la luz, desaparecen.
-Pues en mi casa creo que también hay un monstruo. Pero pienso que es bueno, porque nunca me ha hecho nada.
-Es que hay monstruos buenos –aseguró él-. También los hay malos. ¿Ya no juegas con ellos? –le espetó él cambiando bruscamente de conversación y señalando hacia sus compañeros, que chillaban y corrían tras la pelota.
-No –dijo Ramón frunciendo el ceño enfadado-. Manuel es tonto – afirmó despectivo-. Si su equipo tira alto, él dice que ha sido gol, y si le dices que no, dice que se lleva el balón y que se acaba el partido.
-La maestra dice que el balón es para que juguemos todos –observó él.
-Ya –dijo Ramón, no muy convencido-. ¡Mira! –añadió repentinamente animado. Abrió la boca para que le viera los dientes-. Se me ha caído esta mañana.
Tenía, entre los de abajo, un hueco.
-¿Lo has guardado? –preguntó él muy interesado.
-Claro. Siempre los guardo.
Ramón sacó de un bolsillo del pantalón un pequeño diente, que puso en la palma de su mano. Blanco, manchado de sangre. Lo miró con grave atención.
-¿Lo vas a poner en la almohada?
-Sí, para la sorpresas –contestó Ramón, devolviendo el pequeño tesoro al bolsillo.
-Mira, a mí se me está moviendo uno –con el pulgar y el índice, movió adelante y atrás el colmillo que estaba a punto de caerse.
-¿Me dejas tocarlo?
-Sí
Abrió la boca. Se tocó el colmillo con la yema de un dedo.
-Éste, ¿lo ves?
Ramón lo movió.
-Este se cae hoy o mañana. –dijo Ramón con seguridad de experto
-Sí.
-¿Jugamos a algo?
Ramón tenía dos soldados de plástico. Con la arena hicieron una barricada. Imaginaron que estaban en el desierto y que tenían que encontrar agua para no morir de sed. Imaginaron que unos soldados enemigos, mucho más numerosos, los atacaban con ametralladoras y granadas de mano. Imaginaron que uno caía herido y el otro lo cargaba sobre sus hombros y lo sacaba de aquel avispero. El tiempo de recreo que quedaba se les pasó muy rápido.
-Oye –le dijo Ramón-, ¿quieres que juguemos mañana?
-Sí –dijo él-. Yo puedo traer dos soldados.
-Si vuelves a jugar con él, a tí tampoco te dejo jugar al fútbol –dijo Manuel.
-Es que yo ya no quiero jugar con tu pelota –respondió Ramón.
La fila pronto recuperó el orden, volvió a la normalidad y comenzó a avanzar. Ya no estaba tan seguro de querer que todo volviera a ser como antes.
Martín Carriego
ACTIVIDADES
A).- COMPRENSIÓN LECTORA
Copia en tu cuaderno y responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Con qué palabras empieza y con cuáles acaba el bloque temático que podría subtitularse: “El niño intenta distraerse para no pensar, pero no puede evitar los recuerdos”
B) VOCABULARIO
Copia en tu cuaderno las palabras enlazadas y sustitúyelas por sinónimos, o bien, explícalas en su contexto y con tus propias palabras:
Por ejemplo, barricada: hicieron una barrera de arena.
Escribe un subtítulo para cada uno de los párrafos del texto.
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